Se trata de un álbum con 14 grabaciones
inéditas que La Negra registró en 2000
Este disco tiene una historia. En el año dos mil Mercedes
Sosa no tenía compañía discográfica. Había terminado su contrato con Universal
con el disco La Misa Criolla. Venía afilada con su banda cantando un repertorio
de nuevos temas. La Negra quería dejar registro de ese momento en caliente.
"Desesperada", como
recuerda su hijo Fabián Matus, entró a los estudios Ion y grabó catorce
canciones con el grupo formado por Colacho Brizuela en guitarra, Popi Spatocco
en piano y teclados, Carlos Genoni en bajos y coros, Rubén Lobo en batería y
percusión y Beatriz Muñóz en coros.
Fueron tres días intensos de grabación en el verano de dos
mil, bajo la supervisión técnica del Portugues Da Silva. Con el master del
disco fresco en sus manos Mercedes Sosa salió a mostrarlo a los sellos y no
consiguió que ninguno se interesara. Decepcionada, esas cintas originales
quedaron cajoneadas y olvidadas en el archivo de los estudios Ion. Pasaron más
de diez años hasta que su hijo Fabián Matus finalmente las recuperó.
"Estuvieron
perdidas y nadie se acordaba donde estaban No las podíamos encontrar. Las
estuve buscando por mucho tiempo hasta que aparecieron. No estaban en buen
estado. Estuvieron estacionadas en la misma posición durante diez años y hubo
que hacer un trabajo de recuperación de las cintas. Se trabajó reubicando todo
para nivelar el líquido de emulsión que las preservaba y conseguir luego una
máquina multitrack de dos pulgadas para pasarla todo a digital".
La aparición del disco Lucerito, editado por el sello Sony
Music, es como un milagroso reencuentro directo con la voz y la emoción de
Mercedes Sosa en un estado perfecto de madurez interpretativa y sin las
dolencias que la aquejarían posteriormente. Es como un testimonio musical y un
mensaje poético que quería dejar para el futuro.
El disco llega como una cápsula del tiempo a este presente y
con un mensaje muy claro de su mirada sobre la música popular. El repertorio es
un resumen exacto de ese espíritu abierto capaz de combinar íconos de la
canción social como León Gieco, Víctor Heredia y Teresa Parodi junto a obras de
Miguel Abuelo y Pedro Aznar, tangos de la dupla Troilo-Manzi y composiciones
folklóricas de Raúl Carnota, Agustín y Carlos Carabajal, el Duende Garnica,
Marcelo Perea y poemas musicalizados de Borges y Yupanqui.
Seis de las canciones incluidas originalmente en este álbum,
alimentaron después los repertorios del disco Corazón libre, Acústico en vivo y
Cantora."Al principio, la
"Máma" no quería hacer nada con este disco por cómo había quedado el
audio, pero le gustaban esas canciones y las fue incluyendo en sus otros
discos. Con el tiempo lo fue valorando", recuerda Matus.
Un viaje al interior
de Mercedes
Al poner el disco, desde el primer tema es como escuchar su
mensaje renovado, como si fuera un disco grabado ayer. Escuchar a Mercedes Sosa
tan fresca y tan contundente vuelve a dejar sin palabras. Su olfato natural
para seleccionar canciones y dejar versiones definitivas aparece en toda su
dimensión. Canciones como "Ojos de
cielo" un aire de huayno que explota la vena más folklórica de Víctor
Heredia; la zamba "Como flor de
campo" de Raúl Carnota; o "Esa
musiquita" de Teresa Parodi, se terminarían instalando no sólo dentro
de su repertorio personal sino también dentro del imaginario de la canción
popular.
En el disco aparecen otras delicadas perlas como "Caja de música", un texto de Borges
musicalizado por Pedro Aznar. "Música
del Japón. Avaramente. De la clepsidra se desprenden gotas. De lenta miel o de
invisible oro. Que en el tiempo repiten una trama. Eterna y frágil. Misteriosa
y clara"; la inédita "Como Adán", una canción de los
compositores Nathan Zach y Shlomo Idov. "Cuando al nuevo día, con tus ojos mirarás. Ya verás que todavía espera.
Y este nuevo día no te dejará atrás. No aquí, no es el final"; y la
milonga "Los niños de nuestro olvido"
de Heredia y René Vargas Vera, que parece inscripta en ese espíritu del
manifiesto del Nuevo Cancionero de 1968.
Mercedes aparece en toda su grandeza en la zamba "Romance de la luna tucumana", con
versos de Yupanqui y música de Aznar y en la versión del vals "Romance de barrio", que reflejan
toda una escuela del canto desde Gardel para acá, en la forma que maneja el
fraseo del vals, los matices, las pausas y la interpretación sentida del texto.
También aparece "Lucerito"
de Pablo Almirón, la que parecía una obra menor dentro de su cancionero y que
sin embargo, a la distancia, la pone en un lugar de identificación necesario
para afirmarse en esa raíz amerindia. Era el carnavalito que Mercedes utilizaba
como cierre de sus conciertos para levantarse de su asiento, salir detrás del
atril y revolear con cadencia de zamba su poncho de vicuña.
Llega el track catorce y da tristeza que el
disco termine. Mercedes se despide con "Himno de mi corazón", la canción que popularizaron Los Abuelos
de la Nada en los ochenta. La cantora tucumana, la voz de la Pachamama, le da
un nuevo significado. Es la despedida del disco y el reencuentro con la
cantante. En realidad es su manifiesto, como si desde el pasado le estuviera
hablando, al que escucha en el presente: "Sobre la palma de mi lengua. Vive el himno de mi corazón. Siento la
alianza más perfecta. Que en justicia me une a vos (...)". Fuente: La Nacion