“No he superado la
etapa de músico. Para mí, lo esencial del arte es la experimentación, y creo
que voy a seguir experimentando hasta mi muerte, más allá de lo que digan. No
he trabajado para ser famoso ni nada por el estilo.
Alguna vez llegué a
vender 250 mil discos y a tocar en todos lados, pero no quiero ser un tipo
venerado y a la vez un estúpido que cumple órdenes de todo el mundo”.
Palabra de Horacio Banegas, santiagueño, 61 años, que ha
bebido la savia de la cultura de su tierra y que recogió el legado aportando
algunos motivos definitivos (como Mensaje de chacarera), pero que también ha
escuchado su propio mandato de buscar otros modos expresivos.
Hace ya un cuarto de siglo que incorporó a la identidad de
su sonido, la guitarra eléctrica con distorsionador, entre otros timbres y
recursos que lo acercaron a una propuesta que mixtura su latido original con la
actitud del rock. La llama: “chacarera
con potencia”.
Como que su música se presenta en estos tiempos en un
formato de banda de cuatro, en la que suma a sus hijos “Mono” (bajo) y Jana
(guitarras eléctricas y acústicas) y a Franco Giovos (batería).
El espíritu del proyecto Banegas quedó claramente expuesto
ayer por la noche en el salón Don Bosco (avenida Colón al 6500). Frente al
escenario sucedió otra vez lo que el público, claramente joven, vive en sus
presentaciones: “el pogo sachero”,
que reunió nuevamente en una las dos maneras de sentir que se propone.
En libertad
“Me cansé de tocar en
los teatros con gente sentada y uno no sabe si la gente está o no. En cambio,
cuando hay rock, se trata de un público que se mueve, que baila, cada uno hace
lo que siente en libertad. De eso se trata, de sentirse en libertad”. Esa
reunión de folclore con sonido de rock es acaso lo que lo ha alejado de algunos
festivales tradicionales de folclore. A la vez, lo acerca al circuito de los
recitales de rock del Gran Buenos Aires. “Buscamos
los que nos acerque a las nuevas generaciones. Si quiero ser un referente de
este tiempo, tengo que encontrar la manera de hablar el lenguaje del presente”.
Mientras tanto, por la autoridad de sus composiciones y su
sentir santiagueño, lo tiene siempre presente en la familia de la chacarera de
su pago chico, aunque haya recibido y reciba cuestionamientos por los que
algunos entienden que lo suyo ha transgredido a la tradición. “No tomo chacareras clásicas y las disfrazo.
Son mis propios temas y los hago sonar como quiero”.
Que sus hijos “Mono” y Jana estén transitando el camino con
él es, claro, algo muy especial. “Es un
regalo que me ha dado Dios. Es hermoso que hayan decidido compartir mi música.
Ellos estudiaron, y “Mono” se encarga de los arreglos. Somos la única banda que
toca con partitura”.
Hasta Horacio ha tenido que aprender, sino a leer, al menos
a entender los arreglos en un pentagrama. “Alguien
me dijo porque, a esta edad, no me dedicaba a tocar mis temas sólo con la guitarra,
sin tomarme tanto trabajo. Pero no es lo que me interesa. Quiero seguir
creciendo”.
“He nacido
en una casa muy pobre. El pulso de mi tierra está en mi alma. ¿Quién podría
decir con qué sonidos se hará la música dentro de medio siglo? Hasta es posible
que la chacarera con distorsionador forme parte de la tradición”. Deja la
pregunta tendida y se dispone a atravesar el presente con sus convicciones.
Fuente: Nuevo Diario
Foto: Santiago Ruiz