viernes, 6 de mayo de 2016

Dúo Coplanacu “Lo peor que nos puede pasar es que nos pongan de moda”

No son sólo una postal del canto popular que desde la Córdoba mosaico de provincias se proyecta al país. Son, también, los Coplanacu, poesía en movimiento. Hablan de política, del conservadurismo en el folclore y de cómo hicieron para ser pareja estable por más de 30 años.



Decir que llueve en la ciudad no es novedad. Decir que a Dilma, en Brasil, se la quieren llevar puesta, tampoco. El día de este encuentro con los Copla es el día después en que Dilma empezó a ser echada vía golpe de estado new age. Y a este cronista le interesa saber si el Dúo, comprometido en sus letras, continuadores del folclore que se jugó la vida en épocas pasadas, conoce del ritmo carioca que destituye la voluntad popular. Y saben, Roberto Cantos y Julio Paz, de qué viene el tema, dan detalles técnicos y políticamente cómo viene la mano.  “A veces nos secamos la cabeza hablando de estas cosas, tenemos que parar un poco” dice Julio. “Se habla mucho en los viajes, en el watt sap. El desayuno a veces, lamentablemente, es lo que está pasando. Es bravo”, dice Roberto.

 ¿Tienen coincidencias?

Sí –dicen rápido los dos-.

Y más allá de ellos dos, en el universo Coplanacu, ¿habrá coincidencias? Los que compran sus discos y van a sus recitales y peñas, ¿acordaran con la línea política del Dúo? Para Cantos, “en términos generales, capaz que sí. Lo que pasa es que todo es muy amplio. Pero sí, puede haber coincidencias o complicidades en términos culturales, geográficos. Hay un color común”, dice, pero Paz asume algo real: “Hay mucha derecha en el folklore”.

 RC: El folklore nuclea también un sector conservador.

 JP: Algunos nos pedían que no pusiéramos la batería, el bajo. Después de eso, hasta hubo sugerencias, siempre amigables, que por favor no opinara tanto de lo que pienso políticamente (se ríe).

 RC: Esa cosa de la tradición por la tradición misma. Que en el fondo es  bastante facha. Hay mucho en el folclore. Hay mucha gente que no participa en política, que no se informa, que no lee. Y tiene un pensamiento como heredado. Pero como es un género musical amplio, entran todos, piensen como piensen. Y como nuestra propuesta artística tiene que ver con el folclore en todo sentido, no somos panfletarios. Tenemos nuestra forma de pensar. Madurada, reflexionada, pero cuando cantamos, cantamos para todos.

Lo de no ser panfletarios, ¿fue un objetivo trazado?

 JP: Guarda, también es político. Que no sea panfleto no quiere decir que no haya política. Cantarle contundentemente a un paisaje es político.

RC: Es más amplio y más profundo. Y ojo: cantar boludeces también es político

Los rocker Copla

Bombo y guitarra atravesados por el monte santiagueño, imagen viva del Chacho Peñaloza, facón en mano. Primera imagen de los Copla. Pero quienes conocen su obra, respetuosa de la tierra que parió al género, saben de su apertura al universo infinito de la música. “Es natural en nosotros, no es una estrategia –dice Cantos-.  Hemos ido aprendiendo muchas cosas, a dar bola a lo que nos inquieta y no a lo que otros dicen. Nunca nos ha convencido del todo decir que hacemos folclore. Hace años ya decíamos que el folclore es una cosa muy amplia, pero que preferíamos decir que hacemos música popular. Siempre hemos cantando temas del rock, hemos curtido mucho rock. Y ahora las fronteras entre los géneros son relativas. Por suerte, porque cuando comenzamos eran bastante estrictas. Fronteras y trincheras”.

P: ¿Quién puede decir que lo del Flaco Spinetta ya no es folklore? O lo de Charly o lo de Fito.

 O que Yupanqui no es rock.

 JP: Claro. O Pappo y Larralde, que pudieron haber comido 45 mil asados juntos.
 RC: Objetivamente todo convive. Esta ciudad está hecha de todo eso. Es improductivo encasillar o rotular. No tiene sentido.

 JP: Nosotros escuchamos de todo.  Casi no escuchamos folklore. En el auto puede haber Caetano, Camarón de la Isla, Kusturica, otros folklores. Me gusta mucho la música portuguesa, Cesária Évora. Y mucho rock, pero no lo de hoy.

¿Qué es lo de hoy?

 JP: La composición que está hecha para murga e hinchada de fútbol. La entiendo, pero no me gusta.
 RC: Nos gusta que haya más riesgo. Hoy han caído todos en hacer la misma canción, como No te va a gustar o La vela puerca. Es el mismo tema siempre. Uno pega y todo se adosa a esa forma. Es poco artístico y poco rock.

 JP: Antes los changos se jugaron un salto mortal, hasta uno se ha tirado de un noveno piso (se ríe).
 RC: Los Redondos, Divididos y Spinetta son insuperables todavía. No hay nadie que reemplace ese nivel de honestidad, profundidad y calidad. Y riesgo.

¿Y en el folclore hay quienes emparden a Yupanqui o al Cuchi Leguizamón?

 RC: Hay músicos jóvenes que tienen que ver con eso. En el medio han estado Peteco, Parodi, Tarragos, Carnota. Han hecho del folklore un fenómeno joven. Y los changuitos hoy, uno ve que tienen esa profundidad en la inquietud y en la intensión. Que la canción digas cosas ciertas y con peso.

 JP: Es bien bravo querer igualar a Yupanqui. Su obra ha sido su vida. Hasta con los cosacos estuvo. En cambio, los últimos 30 años han sido cómodos. Desde lo social, lo cultural y lo político. No han sido perseguidos ni censurados ni apretados. También hay una súper producción de cosas que no se conocen. No hay un lugar común para ver o escuchar. Antes las discográficas ponían arriba a un tipo y todos miraban. Ahora no hay foco. Con las redes no hay foco.

¿Es más democrático?

 JP: En un punto sí. Pero también queda todo atomizado.

 RC: Cuando éramos changos, comprábamos un disco y nos sentábamos a escuchar, lo desmenuzábamos, lo disfrutábamos. Todos los días hasta que teníamos plata para el próximo. Hoy en el pen drive tienes 400 canciones.

 No te permite ese desmenuzamiento.

 RC: Si no tienes la inquietud pulida, no. Nadie se sienta a escuchar. Hace poco un amigo nos preguntaba: ¿alguien llora ahora escuchando música? Hay un acceso casi irrestricto a toda la música que se produce en el mundo. Eso es un problemón. Para disfrutar. No te alcanza la vida para elegir.

 JP: Enchufo un pen drive en el auto y me doy cuenta que lo copié mal, de forma aleatoria, alrededor de 4 mil canciones. Y termina siendo música funcional. De repente aparece Chet Baker al lado de Los Palmeras. Es un licuado de emociones. Y eso pasa en las reuniones, ponés música en la computadora… A mi me gusta escuchar el disco, la sucesión de temas que ese músico quiso hacer.

 RC: Saber qué quiso decir ese tipo, saber cómo mete las violas, los timbres. Cómo canta.

 JP: El MP3 es una máquina de hacer chorizo.

 RC: Una vez estaba por comprar un auto y me dice el vendedor: el equipo te puede albergar 3 mil canciones. Y yo le dije: creo que en toda mi vida debo haber escuchado no más de 300 canciones. Lo veo y lo siento como un problema.

Les digo que estoy de acuerdo, que sigo escuchando CD, que no me van los nuevos dispositivos, pero les advierto: se están poniendo conservadores. Los dos al unísono, sin hacerse cargo de la ironía, dicen que no.

JP: Estamos tecnológicamente muy al salto de lo que está saliendo. Solo que uno va eligiendo un poco mejor. 

 RC: No digo que esta forma es la mejor, es la que hemos aprendido. E inevitablemente uno saca conclusiones. Y bueno, el tema no es cuánta música escuchas, sino saber qué quieres.

 JP: Yo te digo otra cosa…

 RC: Pará Julito (le dice Cantos con cariño, y será la primera vez que la pareja se interrumpa en dos horas de charla). Internet  es una herramienta increíble. Pero si sabes qué quieres. Pero si entras a Google sin saber para qué, te puedes pasar 5 años navegando y perdiendo el tiempo, perdiendo oportunidades, perdiéndote el mundo real, que no es el virtual. Si vives tu vida en el virtual te pierdes el mundo real. Y es otra vez un problema. Por eso creo que hay cosas que hay que conservar.

 JP: Cuando salió todo este tema de las redes, la gente estaba atemorizada, creyeron que íbamos a tener un solo color, todos chinos. Y sigue siendo todo igual e incluso reafirmando quién sos. El de Santiago deja la computadora y tiene que ir a la escuela y al almacén, y verse con su vecino. Su día diario le gana a cualquiera. 

Irresponsables

Ustedes se desarrollaron en los ’90, época de explosión del llamado folklore joven. ¿Cómo atravesaron el fenómeno sin ser parte?

 RC: Irresponsablemente, como siempre. Todo ese fenómeno también procuró que se escuche más folklore. Sirvió en algún sentido, porque la gente y los medios estuvieron atentos. Pero nunca nos hemos enganchado y  hemos sido resistidos.

 JP: Los empresarios pudieron manejar los grupos que tenían, pero no el gusto de la gente. Hubo un grupo que se ‘popizó’ (de pop), pero otros no. En una época nos serrucharon en unos festivales del Norte porque las productoras de estos nuevos grupos eran las que armaban todo y llevaban el paquete entero. Hubo un chismerío…

 RC: Entonces no digas…

 JP: Que no había que meter los grupos que fueron zurdos, jipis, drogadictos, que no se bañaban. Y nos costó un par de años, pero  la comisión del festival se dio cuenta que llevás 3 mil personas y todo lo otro no importa. Ellos hacían su negocio.

 RC: Hemos sobrevivido con salud. También es cierto que cuando estábamos ocupando algún espacio importante, nos agarraba la prensa y nos estimulaba para que le diéramos con un caño a Los Nocheros, a la Soledad. Y eran amigos. Son buenos tipos, aunque no me compro un disco.

 JP: Son laburantes, las han peleado también.

 RC: El fenómeno comercial muchas veces tiene poco que ver con lo que realmente pasa. Así funcionan las modas.

 JP: Nosotros por suerte, luego de transitar lo que hemos transitado, y ahora que junamos algo, con el cumpa un día nos dijimos: lo peor que nos puede pasar es que nos pongan de moda. Y se lo transmitimos a uno de los empresarios que una vez nos hizo una propuesta de hacer algunos cambios. Nunca te lo hacen frontalmente, saben que vos tienes tu postura, te van tocando despacito. Nos organizaban almuerzos con determinada tipo de puesta, de compositores, onda Yuyo Montes.

 RC: Un productor de una discográfica importante, un tipo groso, nos dijo: muchachos, nos gusta lo que hacen, queremos que entren, vamos a diseñar el disco. Y nos empezó a hablar del repertorio. Y nosotros naturalmente no vamos a permitir que nadie nos digite esto. Medio nos causa gracia. Y le dijimos que los temas los íbamos  a elegir nosotros. Y ahí se terminó. No queríamos triunfar, queríamos cantar. Y si triunfábamos mejor, por supuesto.

¡El secreto es la guita!

Les advierto que es una pregunta boluda, que seguramente no tiene respuesta. Les hablo de la zoncera del secreto de sus 30 años: cómo hicieron. A preguntas boludas, se sabe, no hay respuestas. O casi. Dicen que no lo saben. “Todos los días se va alimentando algo” dice Paz. “No hay un horizonte, vamos compartiendo lo que nos pasa”, asume Cantos.  Pero a contramano de lo que han hecho todos los músicos que integraron bandas y dúos, ellos no piensan en carreras solistas: “Hablemos bien y pronto: el pelado Cordera en la Bersuit tenía que repartir la guita entre 15. Con Ciro de Los Piojos pasó también. No era una inquietud de ellos, se fueron de la banda por especulación”. Paz suma en la reflexión a Jorge Rojas y Los Nocheros: eran 4.

La clave en ustedes, entonces, es simple: hacen 50 y 50 y no hay problemas.

 RC: Y que nos ha ido bárbaro.

 JP: Ni un mango menos. Yo pago mi café, el paga el suyo.

Los Soplanacus

 Cuando Capusoto hizo los Soplanacus, ¿les molestó?

 JP: Nooo.

 RC: Un imbécil

JP: No, nos hemos cagado de risa.

 RC: Mirá vos qué inteligente, porque la parodia de la gente era decir Soplanuca, el tipo podría haber caído en ese lugar común, pero no, dijo Soplanacu. Hijo de p… Fuente: www.revistamatices.com.ar

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