Hoy cumpliría cien años el artista que defendió
hasta el último la lengua quichua. Tocó con León Gieco, Mercedes Sosa, Chico
Buarque, Pablo Milanés entre otros. Fue recopilador y musa para grandes
canciones del folklore
Cuando se muere la tarde pintando los algarrobos, crece en
el aire el silencio y canta tu violín/ deja que pasen los años, que se olviden
de tu canto, que siempre andará en el aire vivo, tu violín", le escribió
hace años el músico Raúl Carnota, rescatando de la mejor forma lo fundamental
de la presencia de Sixto Palavecino para la música popular argentina.
Cien años cumpliría hoy Sixto Doroteo Palavecino, violinisto
sachero (como se definía para exacerbar su evidente linaje del monte
santiagueño), compositor de inspirados gatos y chacareras y persistente
defensor de la lengua quichua, que le fue negada en su educación formal y luego
irradió a través de la música.
Nació a campo abierto el 31 de marzo de 1915 en el paraje de
Barracas, departamento de Villa Salavina donde, aún hoy, sus pobladores hablan
quichua. Su figura musical, sin embargo, se proyectó lejos, en lo territorial y
en lo generacional, ya que fue uno de los primeros en ensayar puentes entre la
tradición folclórica con creadores de otras orillas.
La madre, que falleció cuando Sixto tenía 14 años, resistía
la inclinación de su hijo por el violín, que tenía cultores en cada rancho de
Salavina. Lo prefería concentrado en las tareas rurales donde a Sixto le tocaba
en suerte el cuidado de las majadas, el refugio del ganado durante el pastoreo.
"Era una criatura de 9 años cuando
hice mi primer violincito yo mismo, y lo tocaba a escondidas, porque mi madre
no quería ella pensaba que cuando grande iba a ser un calavera, un trasnochador",
contó en una ocasión el violinero.
De niño formó el conjunto folklórico Corazón de madera, que
alcanzó notable trascendencia en Santiago del Estero. El oficio de peluquero le
permitió ganarse la vida mientras desarrollaba su música sin afán profesional.
Realizó composiciones bilingües y se encargó de traducir
canciones, poemas, libros y hasta las estrofas del Himno Nacional del español
al quichua. Su método compositor presentaba en las letras una mixtura de "castilla y quichua",
"overitos" como él los llama, para facilitar al público la
interpretación y acostumbrar los oídos a una lengua desterrada.
En 1969 apareció en la antigua emisora Radio del Norte de
Santiago del Estero y reclamó una audición quichua para la difusión del idioma
y cultura quichua. El espacio Alero quechua santiagueño se prolongó por más de
tres décadas. "Yo vivo en quichua,
respiro en quichua", repetía. Esa persistente defensa se expresó en
otro proyecto: la traducción del Martín Fierro al quichua, que le llevó ocho
años de trabajo y cuya primera edición publicó en 1990 (Marcos Veloso
Ediciones).
No quedó conforme y en 2007 logró concretar una segunda
edición del libro de José Hernández, esta vez bilingüe, con la incorporación de
una nueva signografía y respetando fielmente la rima y la métrica de los 7210 versos
originales.
La vocación musical le permitió a Palavecino vincularse con
otros artistas locales e internacionales, como León Gieco, Mercedes Sosa, toda
la familia Carabajal, Chico Buarque, Pablo Milanés, Milton Nascimento y Pete
Seeger, entre muchos más. De esos cruces sobresale su encuentro con Gieco, con
quien ofreció conciertos que atizaron los circuitos conservadores y dejaron
registro en los tres volumenes del célebre disco De Ushuaia a La Quiaca (1985).
"Un Bob Dylan del norte",
provocaba Gieco.
A las críticas de cierta cepa tradicionalista Palavecino
respondió con una chacarera: "Anda diciendo la gente / que Sixto ya no es
sachero / se junta con los de afuera / ahora se ha vuelto rockero".
Es autor de más de 300 composiciones, aunque recién comenzó
a registrarlas en 1966, cuando tenía 45 años y grabó los primeros discos con el
conjunto Sixto Palavecino y sus hijos: Cuando mecha el sol, Pa'que bailen y
Carbonerito santiagueño, para el sello RCA Victor.
"Nunca he vivido
de la música. Yo he hecho más cultura que contrato. En los últimos años
empezaron a tenerme en cuenta por la musiquita sachera, que sachero quiere
decir del monte, montaraz. Pero vivir de la música no he vivido",
reveló alguna vez. Falleció el viernes 24 de abril de 2009, en la capital de
Santiago del Estero, a los 94 años, víctima de una neumonía. «
Télam
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